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Mi vida en rojo



Llegamos a Las Vegas sobre las cinco de la tarde aproximadamente. En el trayecto (recuerda aquí nuestra etapa anterior de la ruta) hicimos una parada en Prim para comer algo. Primer casino, primera montaña rusa y primer súper outlet de moda. 
La temperatura superaba los 30ºC y me sorprendía muchísimo el aire caliente del desierto. 

Y así, entre edificios que parecían cartón piedra, montañas rusas y muchísimos excesos, llegamos a Las Vegas. Nos alojábamos en el Stratosphere, a la entrada del Strip y justo en frente de la White Chapel, dónde hicimos la promesa: en unos años renovamos nuestro compromiso aquí. 






Como primera toma de contacto me horrorizó. ¿Abandonar el romanticismo y la autenticidad de California para ésto? -pensé-. Me volvían loca tantas luces, me parecía una ciudad ordinaria, machista, y no le veía atractivo a tanto exceso. 

Cuando accedimos al hotel empecé a tomar conciencia de lo que nos esperaba, lo había visto en muchos vídeos, películas, ¡pero no me imaginada que de verdad, literalmente, todo el hall del hotel fuese un casino! Lo mejor era empezar a cambiar el chip, ¡tenía que encontrarle un atractivo a Las Vegas que fuese más allá de todo aquello, me negaba a pensar que no lo tuviese! 

Así que después de una ducha, me puse mi bonito vestido de margaritas y nos lanzamos a descubrir la ciudad. Empecé a ver parejas de novios recién casados, ¡aquello me empezó a encantar! y The Venetian, las fuentes del Bellagio,... aquello ya empezó a gustarme un poco más. 





Esa primera tarde después de pasear por los hoteles más emblemáticos, de disfrutar de los espectáculos que casi cada uno de ellos tiene que ofrecer, decidimos regresar pronto al hotel, cenamos en él en Roxy's Diner (no os lo vais a creer, ¡cené una ensalada césar! mi cuerpo ya no aguantaba aquel ritmo americano mucho más) y ¡nos fuimos pronto a dormir!

La siguiente mañana madrugamos, relativamente, y nos lanzamos a las calles a descubrir Las Vegas de día. ¡Allí ya me conquistó! De día, con ese otro ritmo, disfruté muchísimo y descubrimos lugares que sí, a pesar de estar en Las Vegas, tienen un encanto especial. 

Mocha blanco en mano nos dejamos llevar para descubrir lugares que no nos había dado tiempo el día anterior. ¡Qué inmensidad! Así llegamos a Nueva York, París,y el mismísimo Egipto; hasta comer en EggsLut, una cadena especializada en huevos, californiana, que desde que pisamos Los Ángeles estábamos deseando probar. Desde nuestra humilde opinión está un poco sobrevalorada, pero es curiosa y a pesar de todo te la recomiendo. En Los Ángeles son una buena opción en Venice Beach (puedes recordar aquí el post de ese día). 







Después de ello, nos fuimos directos a ¡uno de los mejores planes! hacer una cata de coca-cola. En la misma tienda Coca-Cola probamos hasta 32 sabores diferentes, según los países de distribución. Nos lo pasamos bomba, fue muy divertido y el cuerpo, tras ello, nos pedía una siesta española, ¡en condiciones! 

Queríamos haber aprovechado la piscina en la azotea del hotel, pero el cuerpo después de 10 días de carretera nonstop nos iba pidiendo relax, así que después de una siesta larga, ahora sí, ¡nos pusimos nuestras mejores galas para ver qué nos iba a ofrecer esa noche la ciudad dónde todo estaba permitido!

Y así es como descubrí mi zona favorita de Las Vegas, justo debajo de la High Roller, obviamente la Noria más grande del mundo, ¿dónde iba a estar sino?, hay una zona que se llama The Linq con una calle encantadora donde cenamos en Virgil's, el famoso asador americano, con música en directo. Pasamos una velada fantástica, ¡para nada parecía que estábamos en Las Vegas! Un lugar bastante auténtico dentro de tanto caos, que además culminamos con una visita obligada a Sprinkles, ¡y su maquina expendedora de cupcakes! dónde comprobé por qué el red velvet es su venta número uno. 







Último paseo por Las Vegas, por Wynn, sin duda mi hotel favorito. Últimos bailes y últimas risas en la ciudad dónde todo está permitido. A la mañana siguiente, antes de poner rumbo de vuelta a Los Ángeles, lugar dónde empezó todo y donde iba a terminar, fuimos a ver el famoso cartel Welcome to fabulous Las Vegas, ¡qué cosa tan pequeña para tanto exceso! jajajaja. Y de ahí ya sí, ¡otra etapa favorita! dirección a coger la Histórica Ruta 66 para ¡vivir nuestro propio sueño americano!; que te contaré en alguno de mis próximos posts.

¡Antes de despedirme te dejo con esta experiencia en vivo desde Las Vegas! ¡No olvides suscribirte al canal para no perderte nada!






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Y aquí llegaba el cambio de planes y ¡se ponía interesante la aventura de nuestro road trip californiano! Llegábamos a Yosemite desde San Francisco, Sausalito y Mariposa (jornada que puedes recordar aquí). Reservamos una habitación en el maravilloso (y muy recomendable) Cedar Lodge, a las puertas del parque nacional de Yosemite, en plena naturaleza, sin wifi ni cobertura pero con pequeños lujos como jacuzzi en la habitación, y piscinas exterior e interior. Te dejo, por cierto, 15€ de descuento para tu próximo alojamiento.

Poco lo íbamos a poder aprovechar, por eso, porque nuestra ruta consistía en pasar esa noche allí, el día siguiente visitar Yosemite y atravesarlo a través del Tioga para llegar hasta el extremo Este de Death Valley, donde teníamos reserva en Beaty y desde donde seguiríamos nuestra ruta hacía Las Vegas. Pero, cuando llegamos a Yosemite llegó la noticia: ¡Hay muchísima nieve todavía, han empezado a abrir zonas pero el Tioga sigue cerrado! Nanonainonanana empezó a sonar en mi cabeza. 

Tuvimos suerte de que la señora que nos atendió era una experta en Yosemite, y además tremendamente amable. Nos imprimió un mapa, nos planteó opciones y nos animó a que nos fuésemos a Mariposa a debatirlas mientras cenábamos algo decentemente en un bar de lo que era para nosotros el Lejano Oeste. Y así fue, volvimos a coger el coche, volvimos a la conexión y a la cobertura y reorganizamos nuestra ruta. 

Con ese imprevisto (el Tioga está abierto de mayo a septiembre, ambos meses incluidos, pero como ves es lo que tiene un viaje de carretera, ¡qué los imprevistos siempre pueden suceder!) nos era imposible poder visitar las dos cosas: o Yosemite o Death Valley. Teníamos 2 alojamientos ya pagados no reembolsables; pero ahora 1000km nos separaban de nuestra próxima parada. La decisión era sencilla: o dormíamos en Yosemite y madrugábamos (sin verlo) al día siguiente para visitar el Valle de la Muerte (algo que no tenía sentido porque era subir para luego bajar) o eliminábamos El Valle de la Muerte de nuestra ruta y al día siguiente visitábamos Yosemite y después seguíamos en ruta, pero esta vez "por abajo". ¡La decisión ya la teníamos tomada! Y podríamos quizás ese día haber adelantado camino, haber hecho una parada más entre Yosemite y Las Vegas, pero Cedar Lodge nos gustó tanto, tantísimo ,que como tenían habitaciones disponibles, decidimos quedarnos allí una noche más. 






¡Y qué lujo, qué maravilla! 

Mi abuela siempre me decía que no hay mal que por bien no venga y lo cierto es que dedicamos 6horas largas a disfrutar de Yosemite. Subimos hasta el Glaciar Point, me enamoré de sus cascadas, hicimos un picnic en su valle entre ardillas, disfrutamos de sus lagos e incluso antes de abandonarlo nos dirigimos a Tuolumne Meadows a alucinar con los bosques de Secuoyas.

Esa tarde te la puedes imaginar, entre piscina exterior, piscina interior, sesión de peli y jacuzzi. Creo que necesitábamos, de verdad, un día así y puede que sea lo más parecido a lo que entendemos por "luna de miel" que tuvimos, jajajaja. 








Así que la siguiente mañana no madrugamos en exceso y pasadas las nueve poníamos rumbo a Las Vegas. Abandonábamos California para descubrir el lugar dónde todo está permitido. 

Fue quizás la carretera más "fea" de todas las de la ruta pero tuvo algo bueno, ¡El Desierto de Mojave! Es impresionante como sólo en unos kilómetros puedes vivir semejantes contrastes. Y así llegamos al estado de Nevada; con un calor que abrasaba y muchísimo aire. Desierto, y más desierto. Tierra árida y seca con puntuales árboles de Josué que a mi me dejaban maravillada. Kilómetros de carreteras interminables, música a todo volumen. Parada para contemplar la inmensidad y comer un sándwich. Empezar a ver complejos de montañas rusas, casinos... ¡Ya empieza la locura, estamos llegando a Las Vegas! Pero eso te lo contaré otro día en el siguiente post de esta ruta por la Costa Oeste. 






Como siempre, ¡no te pierdas el vídeo de esta experiencia! Creo que te va a gustar, es uno de mis favoritos de todos los que he publicado del viaje



Y también te dejo: 

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Amanecimos tarde en nuestra primera mañana en San Francisco. Necesitábamos dormir, descansar, dedicarnos tiempo para nosotros, era algo que teníamos claro no, ¡clarísimo! cuando organizamos el viaje. Disfrutarlo al máximo pero sin morir en el intento. 

Así que después de la primera toma de contacto (que nos cundió muchísimo) con San Francisco de la tarde anterior, que puedes recordar aquí en el post del día 5 de nuestra Ruta por la Costa Oeste; empezamos el día desayunando en la cafetería Illy, muy cerca de nuestro hotel y de Union Square. 

Con las pilas ya cargadas, hoy tocaba, por supuesto, visitar de cerca el Golden Gate. Decidimos hacerlo andando, ya sabes si eres lector habitual que, nos encanta patear, y con los excesos americanos, ¡nos motivaba todavía más!






Un ratito largo que también puedes hacer en bicicleta. 
Volvimos a pasar por el Pier 39, paramos de nuevo a visitar a los encantadores lobos marinos y esta vez sí, llegamos hasta el Fisherman's Wharf. 

El camino hasta el puente fue precioso, con sus subidas y sus bajadas, disfrutando del inmenso parque que le rodea y disfrutando del Pacífico, que a mi no dejaba de alucinarme cada vez más.

Al llegar allí compramos un tentempié en la tienda/cafetería (vas a quererlo todo, es la tienda con souvenirs más bonita que he visto en mi vida, jajaja) y después de las fotografías de rigor, cogimos un trolebús, es decir, un autobús eléctrico que nos llevaría hasta Alamo Square. Probablemente sea la plaza con las vistas más bonitas de toda la ciudad, lugar en el que disfrutar de las Painted Ladies, las famosas casitas victorianas de colores que son unas auténticas señoras. 

En realidad, toda la arquitectura y casas de San Francisco me parecieron impresionantes, el plan de la tarde fue perdernos y volver caminando hasta el hotel descubriendo la ciudad sin un plan cerrado, ¡y fue un gran planazo! 

Ese día probamos la archiconocida cadena asiática Panda Express, que a mi, personalmente, ¡no me gustó nada! ¿La conoces? ¿Qué te parece a ti?






La siguiente mañana, nuestro séptimo día de ruta por la Costa Oeste madrugamos más. Nos faltaba por visitar la famosa Lombard Street, la calle más sinuosa de Estados Unidos, queríamos visitar Sausalito y debíamos seguir la ruta hacía Yosemite.

Empezamos el día desayunando por todo lo alto (calóricamente hablando) en Mel's Drive In, una cadena americana de esas que , ¡me encantan! Entre batidos y tostadas de aguacate, asientos de cadillacs y radios retro en las que escoger la canción con un dólar. 

A continuación, recogimos a nuestro gran aliado: ¡el coche! Dos días sin él y ya le estábamos echando de menos. Con él nos dirigimos a descender la calle más sinuosa (y una de las más famosas) de los EE.UU. La bajamos en coche y andando; y pusimos rumbo a Sausalito. 

Cruzar el Golden Gate en un día de niebla total, como habíamos amanecido, fue una verdadera experiencia. Preciosa, de esas que no creo que olvidemos en la vida. Paramos al otro extremo del mismo para disfrutar de un puente prácticamente invisible por la niebla y de un Pacífico que enfurecido enamoraba todavía más. 

Y así llegamos a Sausalito, un pueblo pesquero en el que soñar con tener una casa encima del mar,algún día. Lleno de bares y tiendas, entre montaña y mar, ¡si viajas a San Francisco merece la pena que cruces el puente y disfrutes de él unas horas!








Y lo que yo no sabía es que lo mejor, uno de mis momentos favoritos del viaje estaba a punto de suceder. Cuando ahora me preguntan: qué fue lo mejor, lo que más te gustó; la respuesta la tengo clara: El viaje desde Sausalito a Yosemite. 

Lo improvisamos y fue impresionante. Pasamos de bordear el Pacífico a pasar a un paisaje bastante más árido (que no seco), de largas carreteras, buzones a pie de carretera y ranchos de película. Estábamos en el lejano Oeste y así nos lo hizo saber Mariposa.

Mariposa es una parada obligada antes de Yosemite. Es el último pueblo de la zona con cobertura, con gasolinera dónde no dejarte un riñón, con comercios, restaurantes, una zona al lado del río con un emotivo homenaje a las víctimas del 11S, y en definitiva, uno de mis pueblos favoritos junto con Sausalito. 








Esto estaba siendo un verdadero sueño americano y para hacerlo más auténtico esa noche dormíamos en Yosemite, sin cobertura, a los pies de las montañas. 

¡Pero ya es suficiente por hoy! Eso te lo contaré en el siguiente post de la Costa Oeste. Por cierto, ¡no te pierdas el vídeo de esta semana en el canal! San Francisco en 2 días:



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